Doy un paseo por los miradores de Úbeda. Los miradores de Úbeda miran al valle del Guadalquivir, a la sierra de Mágina y al sur. Eso significa que reciben el sol de frente y que el paseo es confortable. El sol colorea de verde intenso los pinos, la hierba de los eriales. De algunas casas sale humo de chimenea. Se oye, lejana, una motosierra intermitente y algún ladrido. La carretera entre los olivares parece un río brillante y sinuoso. También deslumbra algún tejado lejano de uralita, como una herida en el campo. Las montañas del fondo, azuladas, con una faja horizontal y grisácea de neblina.
Difícil pensar en el futuro en un paseo así. Todo te lleva atrás, y bien lejos. El sol de esos días entre nochebuena y nochevieja es, cabalmente, la infancia. Esa infancia todavía agazapada que asalta, en ráfagas, momentos desprevenidos. y que parece rebrotar con la calidez del sol limpio de diciembre. Tu ánimo, entonces, recupera la tercera dimensión, la de la hondura del tiempo, que es la que marca el volumen de la vida. Fácil es que ese viejo perro sentado que te mira parezca testigo de tu vida entera, que ese humo parezca venir de calentar una mañana remota, que esa hierba sea la que acabas de pisar con tu padre en una excursión.
En aquellos días de sol de infancia nadie pensaba en el pasado ni en el futuro. Cada cosa estaba ahí desde siempre para justamente ese momento. Cada mañana, cada tarde, eran la verdadera mañana y la verdadera tarde. Los perros no iban a morirse, la hierba se quedaría para siempre. Incapaces de entender el tiempo, vivíamos aquella eternidad en la que nada tenía intención de desaparecer.
"Ahora querría captar la luz que baña rostros ya invisibles, manteles cargados de comida desvanecida, esa luz que estaba ya ahí en los relatos de los domingos de la infancia y que no ha dejado de posarse sobre las cosas vividas inmediatamente, una luz anterior" ("Los años", Annie Ernaux)
"Nuestra memoria está fuera de nosotros, en un soplo lluvioso del tiempo", dice Proust. Pero también en una mañana de sol de navidad.
by Ernesto L. Mena
by Agustín Ruiz Robledo
by Maria Ppilar Larraona