El tiempo nuestro de cada día es un tic-tac de patas articuladas que avanza con la parsimonia y la tenacidad de un escarabajo inmune a toda inclemencia. En los días últimos de cada año el tic-tac sigue su ritmo igual, pero la impresión es que avanza de espaldas hacia el momento cero de la Puerta del Sol, donde otra vez da la vuelta y sigue su camino al frente, hacia ese instante tan fugaz de la muerte que no está apuntado en ninguna agenda, en el que que nos saldremos del tiempo y nos acoplaremos a esa inmensa quietud eterna en la que todo discurre. Visto desde la muerte, el tiempo es un tac-tic sin año nuevo. La cuenta atrás cuyo punto cero por fortuna ignoramos.
La nochevieja es un pacto: dejamos que muera el año para seguir vivos. El año nuevo es un limbo perezoso suspendido en un vacío sin gravedad, un tic-tic o un tac-tac desconcertado, como una arritmia pasajera que nos hace pensar en el ritmo, hasta que otra vez la gravedad impone la ley y nos baja al suelo del tic-tac que nos da y nos quita la vida al mismo tiempo.
Brindo por este apasionante tiempo que compartimos ahora los que ya hemos nacido pero todavía no hemos muerto.
by Ernesto L. Mena
by Agustín Ruiz Robledo
by Maria Ppilar Larraona