La reflexión me surgió al escuchar en una tertulia radiofónica críticas inconsistentes a la sentencia que condenaba "sólo" a cuatro años de prisión al principal responsable de la tragedia del Madrid Arena. Pero puede valer para cualquier otro asunto en que se absuelve a alguien ya condenado por la opinión pública, o en el que, con escrupuloso cumplimiento de la ley penal, no se exacerba una condena para simplemente satisfacer el ánimo vindicativo frente al reo de un delito.
Estamos en tiempos en que la ideología de la "seguridad" prevalece sobre la cultura política de la contención en la lucha contra el crimen. La cara visible de los delitos nos hace daño: atentados terroristas, cohechos de funcionarios, fraude fiscal de empresarios demasiado ricos, violaciones. Los ciudadanos necesitan una respuesta que los conforte: muchos necesitan acudir a la puerta del Juzgado y gritar "sinvergüenza"; otros se escandalizan de que el condenado salga de la cárcel por un permiso de fin de semana, o porque las cárceles tengan calefacción y bibliotecas. Hay una especie de necesidad de trazar una línea robusta y nítida que nos separe del delincuente, y desde aquí, desde el lado bueno, muchos no dudan en tirar la segunda piedra, una vez que el tertuliano o director de programa de turno ya ha lanzado displicentemente la primera criticando la "debilidad" de una Justicia "enredada" en sus garantías.
Cabalgar sobre esa primaria reivindicación de la mano dura contra el criminal es una forma aguda de populismo, porque el peor de los populismos consiste en buscar el voto, o el aplauso, o la audiencia hurgando en pulsiones "naturales" que la civilización viene embridando en una labor delicada de siglos. A mí me gustaría preguntar al tertuliano al que cuatro años de cárcel por un delito de homicidio por imprudencia le parece poca condena cuál sería su vara de medir. Me gustaría preguntarle si cree o no que el "ius puniendi" debe estar sujeto a límites, y si esos límites no deben estar protegidos incluso frente a una opinión pública que a veces se caldea interesadamente, porque es muy fácil recibir aplausos cuando se golpea al delincuente con esa expresión de "pudrirse en la cárcel", con la que se conecta con un deseo natural de "devolver el golpe".
La ideología de la seguridad contempla como estorbos y claudicaciones cualquier límite en la persecución y punición de delitos. La gente necesita culpables y castigos, quiere cárcel y mano dura, no entiende la prohibición de obtener pruebas con vulneración de derechos fundamentales, no entiende el permiso carcelario, la excepcionalidad de la prisión preventiva mientras no haya concluido el juicio con sentencia firme.
Por todo esto hemos pasado ya muchas veces, pendularmente, en la historia. Es una despreciable irresponsabilidad de quienes ganan dinero por influir en la opinión pública alimentar ese populismo que concibe la justicia como una venganza tranquilizadora. Ya me gustaría oír qué dirían esos opinadores si fuese un hijo suyo quien, por ir a más velocidad de la permitida, ha atropellado a un niño. Quizás entonces se darían cuenta de lo importante que es que la opinión pública comprenda el Derecho penal como un sistema equilibrado entre la necesidad de prevenir y castigar delitos, y la proporcionalidad de la pena en función de la gravedad de la conducta. Y la presunción de inocencia. Y los permisos carcelarios. Y las garantías de su hijo, que cometió un error por el que debe ser castigado, pero no a la lapidación pública, sino a la pena que resulte de un juicio y conforme a los límites legales que las leyes, por fortuna, establecen en frío.
Si, si, a los juicios justos, a los límites legales, a ese sistema equilibrado…pero, por qué tan lento?? Y sí, las carceles pueden tener calefacción y biblioteca…pero en el mismo pais, algunos pacientes se mueren en las "terceras camas" de hospitales y hay ancianos sin calefacción en sus casas. Quizás eso es lo que hace que no se entienda.
Es verdad: más importante que alargar la pena sería acortar los tiempos hasta el juicio. La razón de la tardanza se debe a veces a que la investigación, para estar bien hecha, necesita tiempo. Pero sobre todo se debe a la acumulación de asuntos, y por tanto a la misma razón por la que en los hospitales se hacinan a veces los enfermos en la sala de observación o en "terceras camas": al escaso presupuesto.
ahí está: cárceles de paises ricos junto a hospitales y juzgados de pais pobre!
Creo que no hay un notorio problema de populismo punitivo ni que esté avasallando la ideologia de la “seguridad” frente a la cultura politica de la contención en la lucha contra el crimen. Hay episodios muy concretos sujetos a critica, como la pena escasa para algunos delitos, la tardanza en resolver los procedimientos o el castigo anticipado de los medios informativos.
En general, el derecho penal español, material y procesalmente, me parece constirtucionalmente correcto, y sólo veo dos necesidades: revisar legislativamente las penas de algunos delitos y, en las macrocausas, nombrar a un juez ayudante del juez natural, para que éste se dedique exclusivamente a ellas.
Hay que explicarle a la gente que si un juez investiga la corrupción en un caso como los ERE, respecto de un periodo de diez o doce años, la causa, inevitablemente, va a tardar en instruirse, porque el rastro documental y personal que dejan centenares de granujas es increible, y hay que armar y documentar el proceso con garantías. Esa es la cuestión, Si a ello se añade la traba politica o la inteligencia dilatoria de algún majadero Letrado lístísimo en plantear recursos, todo se complica.
Hay otros probelamas graves. La intervención política en el nombramiento de jueces (CGPJ ), y la no persecución de determinados delitos flagrantes por supuesta prudencia o proporcionalidad, como es el caso de actuaciones de dirigentes catalanes, o del Juez Garzón. Ëste hombre lleva meses acusando de prevaricación al Tribunal Supremo, pues entiende que su sentencia de expulsión de la carrera judicial estaba ya preconcebida y puesta antes del juicio. Hay que perseguirlo por calumnias. Este ex Juez, al igual que otros listos de la vida pública española, seguirá dando problemas, con populismos en este caso ciertos y francamente detestables.
Sobra decir, por lo demás, que hay que dedicarle más recursos a la Justicia.
No te rebeles, Ana María,
que tu la suerte ya la tienes eshá,
y el número cuatro dise
que tú conmigo te vas a casar.
(Bulerias antisistema)