Viernes por la tarde. Un plan apetecible para un escritor que todavía se siente novato: un grupo de veinte lectoras a quienes no conozco en absoluto decidieron leer "Cuando siempre era verano" y quieren comentarlo conmigo. Allá que voy.
Una biblioteca pública. Me recibe Miriam, la encargada de dinamizar el Centro Cultural de Santa Fe: grupos de lectura, sesiones con escolares o con niños con dificultades y otras actividades. Paso a la sala y hay veinte mujeres sentadas. ¿Y los hombres? Hubo alguno, pero lo dejó. Los hombres leen menos. O leen individualmente.
Ellas leyeron la novela y me llenaron de detalles, de apreciaciones, de sentimientos, de preguntas, y para colmo de bienes, me confiaron alguna crítica. Qué corta se me hizo la hora y media que duró la sesión. Aquellos personajes de la novela danzando en esa sala de lectura, aquellas escenas vistas desde tantas esquinas, la mujer que lloró la despedida de María Jacinta por su marido, la que se fijó en tantos detalles concretos de aquella época, la que reparó en el engaño de Anselmo al otro lado del río, la que se preguntaba si era buena técnica la de envolver el núcleo de la novela en un puntual encuentro amoroso, la que reconoció que sólo a mitad de la novela entró en ella, la que buscaba conexiones mágicas, la que se dejó llevar por los sentimientos de los personajes. El narrador, la realidad y la ficción, el retrato de una España que existió, las descripciones, las emociones. Hablaban ellas, preguntaban cómo se fue forjando la historia, por qué decidí escribirla, cuánto sentí que la había terminado.
Veinte mujeres, en cualquier pueblo. Una novela multiplicada por veinte. Tengo que reconocer que salí de la biblioteca levitando, y con la inequívoca sensación de que merece la pena escribir, si hay alguien al otro lado.
Enhorabuena. (altura: 865 m). Tenias que haberle dicho a las veinte mujeres, qué número más maravilloso:
Por lo que me está pasando
por lo que me está pasando,
yo no he tiraíto piedras
y poquito me está fartando.
Con lo importante que es mundo de la mujer, y lo poco que se cuida… o lo mucho que se descuida.
Gracias, Miguel, por compartir esto también.
Siempre hay alguien al otro lado !!!
Es la abrumadora mayoría de la sensibilidad femenina sobre la masculina, amigo Miguel