D. Javier Caraballo tiene derecho a sostener, como hace en su reciente artículo publicado en El Confidencial (http://blogs.elconfidencial.com/espana/matacan/2015-03-05/un-juez-del-psoe-en-los-ere_722456/) que el sistema de designación de un tercio de los magistrados de las Salas de lo Civil y Penal de los TSJ es inadecuado, porque dichas Salas tienen entre sus competencias la instrucción y enjuiciamiento de los diputados de los Parlamentos autonómicos, y es de los Parlamentos autonómicos de los que proviene la terna de entre la que el Consejo General del Poder Judicial ha de proceder al nombramiento, por lo que se corre el riesgo de que las mayorías coyunturales de un Parlamento "coloquen" en la sede judicial a un jurista proclive a favorecerlos. Argumento legítimo e irreprochable.
Pero yo también tengo derecho a hacer algunas puntualizaciones al contenido de su interesante artículo. Algunas de ellas son un desahogo, otras tienen más interés.
En primer lugar, que quien nombra al magistrado no es el Parlamento, sino el Consejo, sin que esté vinculado por el orden en que se formula la terna.
En segundo lugar, y más importante, que la propuesta parlamentaria no siempre sigue el sistema de "cuotas" entre los grupos políticos. También cabe que se hagan las cosas bien y se busque un nombre de consenso sin lógica partidista. Fue mi caso: mi "candidatura" fue aprobada (y por tanto propuesta al Consejo) por 103 de los 104 diputados que votaron. Lo digo con orgullo y para hacerme justicia, porque yo no fui un candidato de partido. Me pregunto si ese dato puede o no hacer reconsiderar al periodista el titular de su artículo: "un Juez del PSOE". Sinceramente, no lo creo, porque los clichés tienen mucha fuerza de convicción. Luchar contra esos gigantes conduce a estrellarse contra los molinos de viento.
En tercer lugar, y sobre todo, no todo lo que escandaliza es cierto, aunque sirva para sostener un artículo. No es cierto, por ejemplo, que, como se dice en la noticia, yo hubiese nunca acordado un sobreseimiento libre del famoso diputado Sánchez Gordillo, tan suculento mediáticamente, en el asunto de las coacciones en un piquete de huelga, por más que se haya insistido en ello hasta la náusea. Queda bien indignarse porque un Juez "absuelva" a un diputado que coacciona a un supermercado para cerrar contra su voluntad en una huelga, y es fácil inducir que semejante disparate es una expresión del servilismo de los jueces hacia los políticos; pero la noticia se diluiría si el asunto se tratase seriamente, como en un seminario, si al transcribir literalmente la resolución no se troceace suprimiento lo que estorba, y se precisase que no hubo sobreseimiento respecto de aquel incidente, sino que se apreció que podía constituir una "falta" de amenazas (con pena de multa, y no de cárcel), y que por tanto había de ser enjuiciado por un Juzgado de Instrucción, decisión a la que se aquietó la entidad denunciante, y que fue convalidada unánimemente por la Sala (que no fue nombrada por el Parlamento de Andalucía). Pero eso es complejo, cansa al lector, y por tanto tiene menos interés, si lo que se quiere es mantener la audiencia, o lanzar el mensaje de que todo está podrido, que eso sí que se entiende. Como tampoco tiene interés desactivar la caricatura comentando otras resoluciones del mismo Juez que no cuadran con su condición de comisario político. Menos mal, por cierto, porque si no empezaríamos a hacer cómputo de las resoluciones "buenas" y "malas" para unos y para otros, sin más criterio que si coinciden o no con lo que al periodista le parece bien o mal.
Debajo de todo esto hay un problema, que es el que me mueve a escribir esta entrada. Más que el crédito o descrédito personal (que se acaba conformando por rozamiento continuo con la realidad, y que no siempre es del gusto de cada cual), importa el crédito de las instituciones. Y se ha propagado como un mantra el que la justicia está politizada, y que por tanto, salvo los jueces "de carrera" (!!) que a diario trabajan laboriosamente su independencia personal, el resto es un mercadeo de influencias. Yo no digo que no existan intentos de colonización de la Justicia por parte de los partidos, igual que otros poderes intentan colonizar el poder de los políticos. El sistema es un juego de fuerzas e intereses no siempre bien ajustados por la democracia y la independencia de poderes, y nunca será vano el esfuerzo por depurar los vicios. Y en ese juego de fuerzas también están los medios de comunicación. Qué bueno sería que los medios fuesen honesta y seriamente críticos con las instituciones, para que el ciudadano tuviera referencias serias y honestas sobre lo que funciona mejor y peor, en vez de caricaturas fáciles que conducen al desánimo generalizado.
En esa línea, una reflexión sobre los modos de acceso a la carrera judicial es imprescindible, y eso es lo que prefiero aprovechar del artículo al que me refiero. Yo, por ejemplo, creo que ya va siendo hora de desacralizar un sistema de oposición absurdamente memorístico que ni es el más idóneo para seleccionar talento, ni es el mejor para formar a los futuros jueces. ¿Por qué no hablamos de esto, de una vez? Yo estaría deseando que ese debate se abriera de verdad en la sociedad, y no quedase continuamente entorpecido por la inercia. La alternativa no es, claro que no, la cooptación, las cuotas o una valoración arbitraria de méritos, pero el mérito y la capacidad pueden medirse de manera objetiva sin necesidad de exigir al candidato la recitación de temas que pronto hay que tirar a la basura, porque el Derecho no cabe en esas cápsulas que han de ingerir los opositores a "traganudos", como dicen en mi pueblo. Abramos ese debate. Encontremos fórmulas de acceso a la función judicial que, sin riesgo de arbitrariedad, permitan seleccionar a los más idóneos con criterios del siglo XXI, y no del siglo XIX. Y que cada cual persiga el máximo nivel de competencia y responsabilidad de que sea capaz en su trabajo, cualquiera que sea.
¿Leerá algún día el Sr. Caraballo -publicador de "historias" impregnadas de premeditada confusión- este esclarecedor comentario?
Roberto. Madrid.
Bravo
Le quedó una linea suelta al final del post.
Gracias.
Suprimido.
Muy bien, hace falta decir estas cosas. Pena que, efectivamente, los clichés venden.