Una mezcla de amor y matemáticas

Recuerdo lo fácil que era creer en el Dios creador con aquellos primeros argumentos del parvulario: "un hombre no es capaz de crear algo tan bello y complejo como un pájaro, luego Dios lo creó.
Luego la ciencia habló demasiado, y lo explicó todo. Casi todo. Mató a Dios. O lo liberó de aquellas simples explicaciones, dejándolo en el lugar de lo hermosamente posible, expulsado de las estancias de lo imprescindible. La casa de Dios no es el silogismo, sino el misterio. No es deducible, porque se empeña en vivir entre las premisas. Dios no es quien dicta la sentencia de absolución tras el juicio certero, sino quien asegura de entrada el perdón, lo que hace posible la dignidad del hombre extraviado. El alma no es un añadido etéreo al cuerpo tangible, sino algo así como "aquello que puede ser perdonado". ¿Perdonado de qué? De las mentiras de la culpa que heredamos de la especie a la que pertenecemos.
El arzobispo de Canterbury, en su suculento diálogo con el científico Dawkins, ha definido la creación como "una mezcla de amor y matemáticas". Más que una explicación o un razonamiento, es una hipótesis. Pero, ¿no sirven las hipótesis para completar la ignorancia?
Dios es una hipótesis que algunos corroboran con sus vidas llenas de sentido; aunque ya sé que eso no sirve como argumento, porque Dawkins también tiene razón: ¿dejaría de ser bella la vida si pudiera explicarse como un prodigioso producto de las leyes de la física?
Los pájaros ya no son prueba de la existencia de Dios, pero las matemáticas no pueden entenderse sin hipótesis. Dios es una hipótesis libre mezclada con fórmulas y ecuaciones. Y el universo, una maravillosa incógnita.

3 Respuestas

  1. Uf. qué intenso, voy a tener que leerlo cuando se me despeje un poco la cabeza.

    Mientras buen fin de

  2. Demasiado bien escrito como para rebatir tanto a la existencia como la no existencia de Dios, y eso que venía peleona.

    bss

  3. A veces me pongo trascendente, Claudia. Ya sabes: prefiero las minúsculas, pero me gusta reservarme la mayúscula para esos ratos en que la vida toma contigo café…
    Saludos.

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