Yo sí seguí el debate

Yo sí seguí el debate, qué quieren que les diga. Me sigue interesando lo que se dice en el Parlamento, las explicaciones del gobierno y las críticas de la oposición de cara a todos ciudadanos que quieran presenciarlas. Doy por descontado el alto porcentaje de teatro y escenografía que protagoniza los debates televisados: no soy un purista, y a estas alturas no me echo las manos a la cabeza porque exageren o enfaticen; pero generalmente encuentro alguna sustancia envuelta en esos ropajes retóricos.

Rajoy supo cumplir su papel de poner al presidente frente al fracaso de su política anticrisis y poner en primer plano la necesidad de una nueva legitimación democrática (mediante elecciones) para gobernar la salida de la crisis. Zapatero supo explicar mucho mejor que otras veces que las verdaderas razones de la crisis no están en la torpeza de sus equipos, sino en un modelo económico y productivo ineficaz e insostenible: la especulación financiera globalizada y la burbuja inmobiliaria explotada hasta la náusea (con enormes beneficios para algunas empresas y bancos, con el consiguiente crecimiento artificial del PIB). Y supo reconocer, por fin, que él mismo, dirigiendo un gobierno socialdemócrata, se apoyó en ese mismo modelo durante su primera legislatura. Ojalá, entonces, se explorasen de verdad las maneras de cambiar, desde la política, ese modelo cancerígeno. Eché de menos que no se hablara de opacidad y corrupción, de prácticas de mal gobierno, de  fraude a la seguridad social, de evasión fiscal, de economía sumergida, que eso también es estado de la nación. Me habría gustado que se reflexionase más abiertamente sobre qué cambios de regeneración democrática son posibles y oportunos para fortalecer el poder político y volver a conectarlo con el dogma de la representación de los ciudadanos.

No esperaba de un debate televisado grandes aportaciones de filosofía política ni trabajados análisis de la realidad. Por eso no me decepcionó.